domingo, 25 de diciembre de 2016

Feliz Navidad

Me acuerdo cuando era niña y disfrutaba de esta época, las clases habían terminado e iniciaba las vacaciones. La siesta del 24 era obligada y la reunión en lo de la tía era indiscutible. 
De adolescente también adquirí rutinas, una recorrida que marcaba un circuito cerrado que finalizaba en alguna fiesta privada de la que se regresaba encandilada por las primeras luces del sol. 
Como todo, el tiempo pasa y no solo nos ponemos viejos sino que adquirimos costumbres nuevas. Pero parece que en ese devenir no todo es tan perfecto como en aquel circuito cerrado y los reclamos aparecen cargados de reproches y cuestionamientos. Como todo en la vida, cuando uno crece, madura, cambia. Y cambia porque piensa, siente y vive distinto. Porque ese proceso interno lo lleva a uno a querer algo diferente y, quizás, con gente diferente. Pero no se puede medir al amor por quien decide uno pasar las fiestas. No hay una respuesta lógica al receptor. Pero yo, hoy, 2016, prefiero mil veces abrir una lata de atún y ponerle mayonesa y estar sola o con dos o tres personas más, a estar rodeada de gente que no necesito ver. Pero, valga la aclaración, esta es mi elección de hoy, en un año o más, puedo volver a cambiar, o no? 

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